sábado, 1 de febrero de 2014

Circo Caníbal

        “¿Ya salís?” Se escuchó de afuera del baño. Era mi papá, quien me apuraba para que salga de allí. Estaba pintándome y arreglándome el cabello.
- Sí papá, ya salgo.

   Pasaron unos segundos hasta que salí. Estaban todos mirándome con cara de cansados de esperarme, algo que sucedía la mayoría de las veces que íbamos a salir. Estábamos de vacaciones en Entre Ríos, Argentina, y en playa nos avisaron sobre un nuevo circo que había llegado hace no más de 3 o 4 días, así que decidimos ir para allá. Estando todos listos salimos del departamento. Era una noche apagada, la luna estaba oculta por las nubes grises, y al parecer se aproximaba una gran tormenta. A unos vecinos, a los cuales habíamos conocido en el autobús, les preguntamos si iban a ir al circo.
- No, en realidad no sabíamos de él – Contestó el señor Olabe
- Pues, nosotros iremos a ver qué tal, si quieren acompañarnos… Los esperamos – dijo mi papá.
- Supongo que será mejor que quedarnos en la casa – dijo la señora Olabe – Está bien, iremos.
        Se embarcaron con nosotros para ver que tal era el circo del cual, al parecer, toda la ciudad hablaba. Luego de caminar durante varias cuadras se empieza a ver las luces extravagantes sobre el techo de lona del circo. Nos fuimos acercando y la multitud era inmensa, toda la ciudad estaba allí, unida y sin ánimos de hacer diferencia por algo. Nos habremos quedado unos 20 o 30 minutos en la fila, pero al entrar recién estaba comenzando el show. El lugar era bastante grande y las luces se movían desorbitadamente que hasta por momentos te mareaban. Luego las luces se apagaron por completo y se prendió solo una. Salió un hombre de traje caminando hacía donde la luz blanca y brillante apuntaba, sacó su micrófono y dijo:
                        “El show… ¡Acaba de comenzar!”
        Comenzaron a salir los payasos y los demás artistas con las caras pintadas y extravagantes. Sinceramente más que parecer graciosos, daban miedo… Sus rostros pintarrajeados de una manera aterradora, las bocas rojas con pintura desprolija y las caras blancas con manchas negras que te atemorizaban enseguida. Sin prestarle mucha atención a esto, seguimos disfrutando del show que nos brindaban.
        “Ayuda, ayuda, por favor… Me están matando”
         Eso fue lo que empecé a escuchar. No sé si venía de afuera o de donde pero lo estaba escuchando cerca de mí. Le dije a mi padre que tenía que salir un momento, y salí. Fui hacia la parte trasera del circo y había una casa rodante. Me acerqué y se veían sombras dentro de ella. Golpeé la puerta y las sombras se dejaron de mover.
 - ¿Quién es? – dijo una voz gruesa.
         Me quedé paralizada y no sabía que contestar. No quería meterme en problemas. Así que decidí golpear nuevamente más fuerte para que, en vez de preguntar, abran la puerta directamente. Golpeé y no me dio tiempo a esconderme. Era un señor obeso sin remera y con la cara llena de pintura roja. En un primer momento pensé que era otro payaso más, ya que los payasos no eran nada flacos, de igual modo me quede paralizada mirando al señor.
- ¡Ay! Eres una niña tierna – dijo el señor - ¿quieres pasar?
      No se veía mucho de lo que había adentro. La luz estaba apagada.
- No, gracias… No quiero – dije y me di la vuelta para volver al circo.
- Te daré algo, espera – dijo y bajó de la casa rodante.
      En ese momento, frené pero no me di vuelta. Entonces sentí la pesada mano del señor en mi hombro y volteé.
- ¿Quieres un poco de esto? – preguntó sosteniendo la cabeza decapitada de un niño.
       Empecé a correr hacía la entrada del circo y el señor comenzó a seguirme, lo que tenía en la boca no era pintura, sino sangre y el niño que escuché probablemente era el que tenía el señor. Seguí corriendo y entré al circo. Estaban todos muertos con los órganos hacía afuera y los sollozos aún se escuchaban. Comencé a llorar desconsoladamente y fui directo a donde estaba mi familia. Mi padre no tenía las piernas y le faltaba un brazo, pero seguía con vida. Me miró llorando y me dijo…
       “Por algo se llama Circo Caníbal, hija”
Me di vuelta y el señor que me corría no me estaba siguiendo más. Se quedó comiendo a una familia en la entrada del circo. En ese momento salió el hombre de traje y dijo…
 

        “El show… ¡Ha finalizado!”

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