lunes, 21 de octubre de 2013

Facundo

Era una noche normal de octubre, mi mamá preparaba la comida y mi papá estaba sentando en el living, leyendo el diario. Según lo que pude oler, mi mamá preparaba empanadas. Yo estaba en la computadora, escribiendo unas historias de terror. Me dedico a eso, soy escritor, escribo bajo varios seudónimos y mis historias, relatos  o novelas son de terror o ciencia ficción.
Son géneros que me han llegado, primero mediante la música que escucho desde mi infancia, y ahora mediante los libros que encontré en el sótano de la casa de mi abuelo paterno.
La historia que estaba escribiendo, fue una, si no es la primera, a la cual le pongo un título antes de escribirla. Tenía una idea un poco vaga en mi mente, pero antes de comenzar con el escrito, quería que se llame La Zona Prohibida.
Mientras continuaba escribiendo, mi mamá me llama…
- ¡Facundo! – Gritó mi mamá - ¿Podes ir a comprarme unas tapas para empanadas?
- Sí – le contesté, levantándome de la silla – ¿Eso solo o algo más?
- No, hijo… Solo eso.
Me dio la plata y salí. Al caminar hacia el portón el mi casa, me crucé con varios sapos. Miré al cielo y se estaba nublando, no hacía frío pero lo que se sentía era humedad. Abrí el portón, salí y estaban la banda de “Mixtos”, como se hacían llamar. Era un grupo tumultuoso, de adolescentes que se mezclan en un humo y en papeles con relleno blanco. Todos sentados en la vereda de mi casa. Salí y me dirigí hacia el almacén que se encontraba a 2 cuadras. Mientras iba caminando iba escuchando voces de gente que gritaba, pero no eran gritos de felicidad, tenían una tonada de desesperación, o algo similar al dolor. Sentí un poco de miedo, y hasta algo incomodo, aceleré mi paso y sentía que el camino se hacía interminable, no llegaba más. Cuando pasé la primera cuadra me di cuenta de algo que no es muy usual en el barrio en el que vivo… No había gente en las calles.
Era raro, estaba completamente solo al parecer, pero por dentro pensaba ¿Será un sueño? ¿Estaré dormido y solo es un producto de mi imaginación? No entendía que pasaba, pero continué caminando aunque a un paso más lento. Las voces seguían escuchándose, no sabía si las escuchaba en mi cabeza o era de verdad que estaban gritando, pero si no había nadie… Entonces ¿Quién gritaba? Tal vez la mente me está jugando una mala pasada, eso pensaba yo. Era difícil discernir si lo que pasaba era la realidad o solo un sueño; Me tomé el atrevimiento de gritar yo también…
- ¿Quién está ahí?
Nadie contestó a mi pregunta, pero las voces seguían sonando fuerte. Seguía caminando por la inercia misma, no quería caminar, estaba aterrado. Las calles vacías y las voces que parecían que se iban escuchando más y más cerca. De tanto pensar en el camino, no me di cuenta que había llegado al almacén…
- Hola Facundo ¿qué deseas el día de hoy? – dijo el dueño del lugar.
Me pareció demasiado rara la manera en que me habló el que atendía el almacén, pero decidí continuar, al fin y al cabo era la única persona que veía después de la banda en mi vereda.
- Quiero un paquete de tapas para empanadas – dije.
- Hola Facundo ¿qué deseas el día de hoy?
Quedé impresionado, aún así volví a decirle.
- Quiero un paquete de tapas para empanadas – contesté.
Me miro de la misma manera y preguntó lo mismo.
- Hola Facundo ¿qué deseas el día de hoy?
Cuando terminó su pregunta, me miro a los ojos y con una cara sonriente que daba miedo, se fue deshaciendo el cuerpo, delante de mí. Se hizo polvo en dos segundos. Mi cara cambió totalmente y el sudor frío no se hizo esperar para caer y mojarme la mejilla de a poco. Salí corriendo del lugar y las luces de la cuadra se iban apagando; La oscuridad se iba acercando más y más hacia mí. Empecé a correr donde había luz, luego que varios metros, la luz se empezó a apagar de ese lado también… Me estaban encerrando en la oscuridad.
Me empezó a doler el pecho, no podía respirar y la oscuridad me estaba alcanzando. Caí rendido en el piso, en el medio de las 4 esquinas. Sin aire… Solo.
Cuando la oscuridad me cubrió completamente paso lo impensable…

Me desperté, en mi casa, más precisamente en la calle. Alrededor mío estaba lleno de gente. Al parecer todos intentando reanimarme. Me había agarrado un infarto, morí por unos minutos… El dolor de pecho que sentía era la presión que el personal de la ambulancia hacía para que respire nuevamente y las voces que escuchaba gritando, era la multitud que me rodeaba y gritaba esperando que despierte. Fue muy raro el momento, pero como me resulto interesante, quise compartirlo con todos.

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